Hoy decidí no verte. . .
Despertaste, y sabía que te sentías mal. . . Sabía que tu ánimo estaba tan caído, que ni siquiera querrías ducharte. Al sentirte así, imaginé tu rostro decaído, tu cuerpo dolorido, tu mente angustiada, tu piel cansada. . . y entonce fue que decidí no verte. Porque al verte querría compadecerte, anhelaría esconderte y entonces no podría ayudarte. Decidí no verte, simplemente ayudé a cubrir tu cuerpo, te arreglé y perfumé, decidí no verte y te impulsé a salir. Y henos aquí ahora, tomando un delicioso café, leyendo un buen libro y disfrutando de la magia dorada de la mañana.